martes, 18 de octubre de 2016

Asombra en Tánger

Hoy en Tánger sopla con fuerza el viento, llueve y hace frío.
Y viene al pensamiento Beliones, los chicos de aquel bosque donde no hay protección contra el frío, la lluvia y el viento.
Esta vez el coche sube lleno de plásticos y de mantas.
Pero en Beliones, en los caminos de los necesitados de protección, se movían también las fuerzas del ejército con la misión de impedir que se les ofreciera.
La legalidad había declarado la guerra a los pobres y cercado sus míseros refugios. Asombra ver a un ejército desplegado para que los pobres no accedan al pan y tengan frío.
La tarde de Beliones se me hizo por dentro un clamor de preguntas”

Con estas palabras, nuestro amigo Santiago Agrelo, nos invitaba a reflexionar ayer sobre los encuentros con conciencia. Porque ver las noticias en los medios de comunicación llevan a cierta rebeldía interior -cuando más, mientras estemos mínimamente despiertos- pero vivir en primera persona que un ejército obediente vele para que no les llegue el pan y las mantas que otros les quieren dar a los que lo necesitan, conlleva a dar un salto más: el asombro y un clamor de preguntas. Ahí, con ellos, está nuestro amigo.

¿Y cual es nuestra responsabilidad con todo esto? Porque la situación nos desborda, el movimiento de supervivencia de esa gente que huye de su país es imparable, y los gobiernos “tienen su protocolo de actuación”... , entonces ¿qué hacer? Se me ocurren varias cosas. Van por fases, y no son fáciles, por cierto, pero es lo único que pienso que aporta, no solución, pero significado y serenidad, lo más importante.

Lo primero es ver lo que sucede, osea, no huir de esta realidad pero tampoco quedarse en ella, simplemente verla. La ignorancia consciente es cobardía.

Lo segundo es acoger las emociones que suscitan esas noticias y no dejarnos llevar por ellas. Forman parte del ser humano que somos, simplemente.

La última fase es permanecer en nuestro centro y ser fieles a nosotros mismos, a todo lo que somos, a todo lo que nuestro corazón nos lleva y seguirlo. Es la única manera de igualarnos a esa gente, que sin medios de supervivencia, son grandes y valientes de seguir su corazón, arriesgando sus vidas porque en su libertad, nada pueden perder. Mientras tengamos apegos, a nuestras cosas materiales, a las personas, a las emociones o a las ideas/ideales que surgen de nuestra mente, no podremos colaborar en el bien común. El compromiso con ellos pasa por el compromiso con nosotros, el reto más difícil y gratificante.

Mandamos un abrazo grande a Santiago Agrelo, coherencia viva con un corazón que late siendo voz de los que callan. En la Iglesia también hay de estos. Es un honor recibir en directo sus crónicas semanales. Muchas gracias.

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