Mi amigo
Longinos vive en Uganda. Lleva en España unos meses y por sorpresa se dejó ver
en Galicia antes de volver a África. Aprovechando
la ocasión, este sábado se organizó la misma “quedada” que hacíamos los estudiantes
hace treinta años: a las ocho en su casa y después cena en el Galeón (un
conocido bar de la ciudad) Esa era nuestra cita obligada de los jueves a las
ocho… durante tres años. De nuevo Longinos nos invitaba y algunos pudimos ir.
Gran
ilusión este reencuentro. Éramos los mismos con “el envase” modelado por los
años. O sea, más arrugas, más canas, menos pelo, con gafas..., pero nos
reconocimos enseguida. Todos queríamos hablar y compartir. Comenzó Leo con
mucha emoción y después continuamos uno a uno resumiendo torpemente todos esos
años. Cuánta vida y cuántas gracias dadas.
Longinos
ya cumplió setenta años. Dice que echa de menos seguir jugando al fútbol. En el
año 1978 decidió compartir su vida al lado de los que menos tienen y ser su voz
en occidente. Su trabajo, su misión como misionero, es acompañarlos y sumar
fuerzas para que tengan acceso a los derechos fundamentales: una vida digna,
vivienda, educación, salud, etc. Los mismos derechos que aquí, pero en peores
condiciones. Su opción de vida sigue llamando la atención a muchos. A otros
tantos, no.
Lo que sí
nos chocó cuando lo conocimos fue su nombre, y aunque al principio nos costaba,
después nos acostumbramos. No ocurrió lo mismo en Karamoja, donde vive. Dice
que le llaman Elanyangikoi (aquí ni lo intentamos), desde el día que llegó a
ese lugar. Por lo visto tienen la costumbre de darte un nombre de acuerdo a
cómo te ven y te observan a los pocos días de estar con ellos. Elanyangikoi
significa “el que corre más veloz que las balas”. No sé si se lo pusieron por
su habilidad en el campo de fútbol o porque lo vieron correr delante de algún
animal peligroso. El caso es que jugando, Longinos también hizo amigos. Se ganó
a la gente en su corazón. Fruto de ello, ha sido un joven karimoyón que ha
decidido seguir sus pasos, los mismos de Daniel Comboni.
Desde Encuentros con conciencia damos la
enhorabuena a Casimiro Lokwang y a sus padres, por hacerlo posible.
Después de
seis meses, Longinos vuelve a Uganda. Nos comentó su perplejidad cuando en un
programa de televisión, que se suponía que era una tertulia, los participantes
luchaban por hablar y nadie escuchaba al otro. Nos reímos. Bueno, por su manera
de contarlo, porque la realidad es tan penosa como cierta. Surgió el tema de la
escucha. Nos olvidamos de que la vida, con todas sus vicisitudes, nos comunican
incesantemente un mensaje personal a todos y cada uno de nosotros. La realidad
que nos toca vivir, dondequiera que sea, nos pone en jaque y nos exige
presencia. Presencia para no perdernos la vida que nos vive. Esta es la gran
vocación.
En nuestro
reencuentro del sábado echamos de menos a los que faltaban y acogimos a los
que, por extensión, se integraron al grupo. Ha sido estupendo volver a vernos,
así, tan auténtico todo.
Buen viaje
Longinos, aunque lejos geográficamente, seguimos siempre juntos. Abrazo grande.