Tocando el corazón de Galicia, nos encontramos en Melide, lugar de paso para muchos peregrinos que se dirigen a Compostela. En este entrañable municipio, se produce un cruce de caminos: se juntan el Camino primitivo, el más antiguo, que se inicia en Oviedo, y el francés, con más tradición, que comienza en Roncesvalles.
En mi corazón, de manera inesperada, un día se produjo otro cruce de caminos. Ambos los recorría en paralelo sin cuestionarme nunca que podrían coincidir en algún punto: el camino del Evangelio, el más antiguo y el del Tarot, que comencé a interesarme de manera aficionada hace unos años cuando cayó en mis manos el libro Jung y el Tarot que, si bien hace referencia al Evangelio, no le presté atención a ese hecho.
En ese momento, su lectura la había focalizado en la riqueza que ofrecen los arquetipos al conocimiento humano, al margen de unirlos con la videncia ni adivinaciones del futuro. Y por ello me animé a seguir estudiando. Aun así, estaba muy lejos de mi intención, como decía, enlazar el significado de los arcanos con la vida de Jesús.
Pero sucedió. No me quedó otra que “hacerme a un lado” y permitir que el torrente de palabras vivas que me llegaban sin cesar, se ensamblaran en esta historia de Juan, el caminante con el que se puede identificar todo aquel que busca su parte más genuina.
La secuencia de los veintidós arcanos mayores resultó ser la guía que me conectaba con las citas del Evangelio, coincidiendo de manera asombrosa el dibujo de las cartas, su interpretación y el pasaje bíblico. A partir de ahí recuperé la sabiduría de otros peregrinos que están en mi camino, Juan Mª de la Torre, Javier Pikaza, Sergi Torres, Emilio Carrillo, Rafael Redondo… por citar algunos.
Vida de un caminante, las aventuras de Juan, son retazos de vida que solo habla de la Verdad, del Amor que nos envuelve.
Impresionada por este relato, que me llevó mucho tiempo escribir, decidí investigar en la literatura sobre este cruce de caminos tan paradójico pues, por una parte, no tenía duda de su veracidad, al tratarse del Evangelio, pero por otra, a pesar del libro mencionado de Jung, me cuestionaba si el cruce con el Tarot, sería o no, suficientemente “ortodoxo “. Necesitaba un buen marco teológico que resaltara la profundidad y la belleza de este inusitado paisaje de cruce de caminos.
Y ocurrió nada menos que de la mano de Hans Urs von Balthasar, quien se preció a escribir el prólogo de un libro anónimo, sobre meditaciones del Evangelio con las cartas del Tarot, al que remito a los que quieran profundizar en el tema.
Realmente, con este relato de Vida de un caminante, he constatado una vez más que el Misterio lo abarca todo y se manifiesta en sus infinitas formas, que no soy yo quien decide ni el cómo ni el cuándo, solo decido responder sí o no a esa llamada. Tengo la sensación de que yo misma “he sido escrita” pues, sin moverme de mi casa, el Camino marcaba la senda de lo que había que poner. Algo muy bello difícil de explicar.
Ojalá alguna de las historias que le suceden a Juan, te lleve, como le dijeron a él cuando comenzó a caminar, al mismo infinito que te habita.
¡Buen Camino!
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