Hay
lugares que se prestan al encuentro de uno consigo mismo. Son lugares
solitarios, donde hay una buena acogida por parte de las personas que viven
allí, pero sobre todo, silencio, mucho silencio.
Ayer
Encuentros con Conciencia estuvo en el Monasterio de la Armenteira, situado en
un paraje único de Galicia, un valle rodeado de antiguos molinos de agua, en
pleno corazón de las Rías Bajas, en Meis, Pontevedra.
Se
despedía, después de veinticinco años, el monje cisterciense que había sido
capellán en el monasterio, Juan Mª de la Torre, una mente privilegiada, un
espíritu cultivado y un buen amigo.
“Vendrá otro” nos dijo. Y, nos contó una historia de un mirlo que se
posó en una frágil rama, un instante, y se fue. Así describió su paso por la
Armenteira.
El
lenguaje metafórico si bien ha sido utilizado desde tiempos inmemorables,
comenzó a ser estudiado e investigado por sus efectos en la mente humana en el
siglo pasado. Uno de los que más lo ha utilizado para curar a sus pacientes, ha
sido el psiquiatra y psicoterapeuta Milton Erickson. Él sabía por su práctica
diaria con las personas que atendía y también observando a sus propios hijos,
que a través de cuentos e historias, se abre una dimensión conciencial que hace
que se entiendan los mensajes muy claramente. Es el lenguaje que dominamos con
el hemisferio derecho, que funciona por asociación de ideas y favorece que
surjan soluciones únicas. Es el símbolo que sugiere, no impone, no ordena, sino
que siembra con suavidad, permitiendo que la persona que lo oye, tome lo que
necesita y vaya madurando a su ritmo.
¿Qué
quiso expresar nuestro amigo? En su sencillez, se identificaba con un animal
pequeño que vuela, que migra de un lugar a otro en tierra de nadie, porque sabe
que su Tierra no es esta... se posó en una rama que se movía con el viento,
porque sabe que nada es para siempre... un instante... lo que dura la vida, ya
que no hay tiempo, y volvió a migrar, sin mirar atrás, como Lot.
En
su relato, obvió que la rama donde se posó el mirlo formaba parte de un
frondoso árbol donde cientos de ramas acogieron a miles de pájaros, todos
diferentes y coincidieron en su mismo instante... un instante de claridad, de
lucidez, de ágape, de humor, de humanidad... y todos migraron después; pero ese
instante se quedó con todos y con cada uno. Así que, en nombre de los demás
pájaros, damos un agradecimiento eterno a ese mirlo por haber escogido esa
rama, en ese momento y en ese lugar...
Os
presentamos, a los que no lo conozcáis todavía, a un alumno de Milton Erickson
y profesor mío, que se dedica a profundizar cada día más en el lenguaje
metafórico, John McWhirter, en una entrevista que le han hecho en la Universidad de Valencia.
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