Parecería que el título de esta entrada de hoy no
fuera correcto, ya que en principio, nos han educado para estar al servicio del
que lo necesita, al precio que sea. Aunque también están los que se salen de la
norma y no dan, por más que se lo pidan por compasión.
Y sí, desde luego en los dos casos extremos, es preferible dar de esa forma desmesurada que no dar nada. Pero sin ser tan drásticos, también está la buena ayuda, esa que se presta cuando, en primer lugar, uno se encuentra bien de salud (muchos dadores y cuidadores, rebasan el límite de sus dolencias y se terminan de poner enfermos causando lo último que desearían: ser una carga para los suyos) Después hay que esperar a que, directa o indirectamente, nos pidan la ayuda (no darla porque nosotros “sentimos” que tenemos que hacerlo) En tercer lugar, ser conscientes de que no somos los salvadores de nadie, que nuestra ayuda puede servir, ser a veces insuficiente para los demás o incluso ser dañina porque no la han pedido. En caso contrario estamos rebasando la barrera del otro, no respetando su momento vital e irrumpiendo donde no hemos sido invitados, y todo en nombre del amor, con creencias tipo “lo hago porque te quiero”. Y el que recibe la ayuda, con este prefacio, se calla para no “molestar” al ayudador, aumentando su malestar.
Y sí, desde luego en los dos casos extremos, es preferible dar de esa forma desmesurada que no dar nada. Pero sin ser tan drásticos, también está la buena ayuda, esa que se presta cuando, en primer lugar, uno se encuentra bien de salud (muchos dadores y cuidadores, rebasan el límite de sus dolencias y se terminan de poner enfermos causando lo último que desearían: ser una carga para los suyos) Después hay que esperar a que, directa o indirectamente, nos pidan la ayuda (no darla porque nosotros “sentimos” que tenemos que hacerlo) En tercer lugar, ser conscientes de que no somos los salvadores de nadie, que nuestra ayuda puede servir, ser a veces insuficiente para los demás o incluso ser dañina porque no la han pedido. En caso contrario estamos rebasando la barrera del otro, no respetando su momento vital e irrumpiendo donde no hemos sido invitados, y todo en nombre del amor, con creencias tipo “lo hago porque te quiero”. Y el que recibe la ayuda, con este prefacio, se calla para no “molestar” al ayudador, aumentando su malestar.
Bert Hellinger
lo describe así :
“El primer
orden de la ayuda significa, por tanto, que uno sólo da lo que tiene, y solo
espera y toma lo que realmente necesita… esta ayuda es humilde; muchas veces,
ante determinadas expectativas , o también ante el dolor, renuncia a ayudar.
…El segundo
orden de la ayuda significa, por tanto, que uno se somete a las circunstancias,
y sólo interviene hasta donde ellas lo permitan. Esta ayuda se contiene y tiene
fuerza.
El desorden en
la ayuda sería aquí negar o tapar las circunstancias en lugar de afrontarlas
junto con la persona que busca ayuda. La pretensión de ayudar en contra de
estas circunstancias debilita tanto al ayudador como a la persona que espera la ayuda. Lo mismo le
ocurre a la persona a quien se le ofrece la ayuda, e incluso a quien se ve
obligado a aceptarla.”
“Los órdenes de la ayuda” Bert Hellinger. Editorial Alma Lépik. Buenos Aires 2006
Lo dicho, todo un arte que incluye romper antiguas creencias,
crear nuevos hábitos y tener mucha humildad… os sugerimos, a los interesados en
el tema, la lectura del citado libro, que tambien sirve para las relaciones de
pareja.
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