Alrededor
de las diferencias se mueve una paradoja. Por un lado están en auge cuando se
refieren a la innovación, el arte, la moda… a los creadores de tales
diferencias se les permite ser distintos del resto y, lejos de marginarlos,
tienen un valor añadido en el mercado por incentivar las marcas, el consumismo,
el salirse de lo vulgar y corriente,… a ellos la sociedad les da un buen lugar y
les acoge independientemente de su raza, condición social, etc.
No
ocurre así con el resto. Me refiero a las personas que han tenido y todavía
tienen que pagar con su propia vida ser diferentes de los demás, bien por su
color de piel, religión, ideas políticas, sexo, etc. Por desgracia, seguimos
viviendo crueles guerras en todo el planeta por estas causas.
Pero sin ir tan lejos, en general, lo
diferente no gusta. Hace poco me decía una amiga en la playa que su hijo de
nueve años si no se apuntaba en el equipo de fútbol se quedaba sin amigos. ”No
le gusta, pero más duro es quedarse solo” me decía la madre. Este es un mero ejemplo
cotidiano de cómo, por adaptarnos al medio muchas veces corremos el riesgo de
perdernos a nosotros mismos.
Sistémicamente,
el precio de separar, ocultar, o no querer ver lo que no gusta es también muy
alto. Incluye cargas intergeneracionales y así, de bisabuelos a abuelos, de
padres a hijos, se van pasando las deudas con los marginados.
Encuentros
con conciencia aborda el tema de nuevo, con una bonita ilustración de Jorge del
Corral, dando luz y color a una entrañable historia de una gaviota, que por ser
diferente a las demás y por amor a su familia los tuvo que dejar. El derecho a
la pertenencia es una condición clave de toda convivencia y la infancia es la
etapa idónea para inculcar el mejor de los valores para aceptar lo diferente.
Este es
el tercer cuento de la trilogía para niños con la pedagogía de Bert Hellinger, editado por Sieteleguas, y al igual que los anteriores, los beneficios de su venta los cedemos a la
asociación Xuntos de Pontevedra para el síndrome de Down. Gracias por
colaborar!
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