Comenzamos un nuevo año. Un
ritual más que nos ayuda a cerrar ciclos y fijar nuevas metas. Nuestro Planeta
Tierra también ha concluido su vuelta alrededor del sol. Pero la naturaleza,
más sencilla y más sabia, se deja fluir, sin proponerse otra cosa más que
dejarse llevar por su propio movimiento.
Porque todo fluye, en realidad,
todo se hace sin hacer. Esta frase no la entiende la mente, que nada más
leerla, la juzga, la escudriña y la desdeña, ¿cómo no hay que hacer nada?, ¡eso
es de vagos!, ¿qué hubiera ocurrido en la humanidad si nadie hubiera hecho
nada? Pero claro, hay que explicar qué hay que dejar de hacer, y después, se
hace mucho y mucho mejor….! La gran diferencia es que, cuando fluimos con
nuestra propia naturaleza, estamos
conectados con nuestras aptitudes, nuestros talentos, nuestras habilidades…, surge
la fuerza y el ímpetu de realizar aquello para lo cual estamos hechos, y esa es
nuestra meta: ser nosotros mismos y dejarnos llevar.
A lo largo de la historia, los
grandes logros los han realizado personas entusiastas, que creían en sí mismas
y se sentían seguras. Por poner algunos ejemplos, Cristóbal Colón, Eisntein… ¿Hicieron
cosas?, muchas. ¿Trabajaron?, bastante. ¿Tenían metas?, sin duda… ¿Entonces?, entonces
la pregunta es: ¿siguieron su corazón?, seguro. ¿Volverían a hacer lo mismo si
tuvieran la oportunidad?, fijo. Quizás no de la misma manera, pero su sueño lo
hubieran seguido igualmente. Esto es fluir con el corazón, cuando hacemos cosas
“y el tiempo se pasa volando” y después escuchamos de los demás “qué bonito
es!” o “¿cómo has podido hacer esto?”, y
tímidamente respondemos, “no sé, me ha salido así”… si buscamos estas
sensaciones, encontraremos muchas. Os animo a buscar. Y sí, yo también le doy
la razón a la mente para que se quede tranquila: ”luego hay que hacer algo”
En Encuentros con conciencia
festejamos el movimiento de la
Tierra , la salida de un año y la entrada en este nuevo,
creando un caballo de trescientas piezas de papel. Allí estaban los y las
artistas : Emma, Luis, Lucas, Rewda y Zulfa. Sus edades formaban una secuencia
motivadora: siete, ocho, nueve y diez años. Acudieron con sus padres. Todos con
sus talentos activados, tres horas que pasaron “volando” y fue muy divertido.
Dirigía Miguel Ángel, nuestro amigo matemático-papirofléxico, también lleno de
entusiasmo. Entre todos fue posible y el resultado ha sido esta figura, llena
de color, que nos evoca la fuerza del animal, para ir a trote o al galope, como
más nos guste, por este recién estrenado 2015. Que vuestra gran meta sea
alcanzada con el corazón. Buen camino!
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